El siguiente
análisis tiene como objeto de estudio el filme Él, de Luis Buñuel, realizado en el año 1953. La película,
ambientada en México y rodada en blanco y negro, podría separarse en tres supra-fragmentos:
-
El
primero relata los sucesos anteriores a
la boda entre los protagonistas, Francisco y Gloria.
-
El
segundo corresponde al relato de los hechos acontecidos desde que Francisco y
Gloria se casaron hasta la escena del campanario y el posterior encuentro con
su anterior novio, Raúl. La historia tiene como narradora a la propia Gloria,
que rellena el espacio de una enorme elipsis temporal entre el primer fragmento
y el encuentro de Gloria y Raúl
-
El
tercer y último fragmento comienza justo cuando Gloria termina su relato y Raúl
la lleva a la casa de Francisco, después de su pelea en el campanario. De aquí
continuará hasta el mismo desenlace de la película
Partiendo
desde el mismo inicio del film, los títulos de crédito aparecen con una cuidada
caligrafía enmarcados en un plano en el que aparece un campanario que, como
posteriormente comprobaremos, volverá a aparecer en una de las escenas más
impactantes. El campanario resultará ser un lugar de importancia para
Francisco, ya que le produce una sensación de poder al contemplar desde las
alturas a la gente de a pie, calificándola despectivamente como “gusanos que se
arrastran”.
Centrándonos en este fotograma y uniéndolo a
la primera secuencia del filme, se asienta en la conciencia del espectador la
importancia de la cuestión religiosa en el desarrollo de la película. La moral
católica es parte inseparable del protagonista, que se representa a lo largo de
la película a través de la puesta en escena (como el crucifijo del cuarto de
Francisco) o de las declaraciones de los personajes (un clérigo hablando de lo
“buen cristiano” que es el protagonista), además de otras cuestiones que nos
remiten una y otra vez al imaginario religioso: es en la iglesia donde
Francisco se obsesiona con Gloria, y es en la misma iglesia donde luego tiene
intención de matarla a ella y a Raúl, cayendo definitivamente en la locura al
final.
El amor que
siente Francisco hacia Gloria está tan influenciado por el instinto que deja
atrás toda racionalidad. Desde el mismo principio del romance, Francisco
mantiene una actitud agresiva con Gloria, llegando a traicionar la confianza de
su amigo para conquistarla. Este punto será clave a la hora de configurar la
dinámica de la relación entre ambos protagonistas, dejando de lado el sentido
común en muchos momentos y basándose únicamente en impulsos de amor-odio,
fundamentalmente producto de la creciente inestabilidad mental de Francisco. Y
esta violencia se ve acrecentada por la máscara de persona racional que se pone
Francisco al sumergirse en los círculos sociales, desarmando a Gloria y sus
argumentos de defensa contra el maltrato físico (representado por primera vez
en una escena con voces fuera de campo, eludiendo así la posible censura y
aumentando la violencia interna) y psicológico que sufre.
La escena de
Gloria y Raúl en la cena de casa de Francisco es muy ejemplificadora. Antes de
la cena se describe la grandeza del salón de la casa, mientras el clérigo amigo
de Francisco habla del padre de este como una persona regida por el sentimiento
y la emoción (ya que estas cualidades fueron necesarias para construir dicho
salón), en contraposición con el carácter racional y puro que con el que se
etiqueta a Francisco. Como veremos a lo largo del filme, a partir del segundo
supra-fragmento se destapará la cara oculta de Francisco, su degradación y su
lado oscuro, pasional y violento.
Con el filme
ya avanzado, la casa adquiere una importancia significativa en el relato por su
repetición, ya que acaba sirviendo de metáfora del propio Francisco. Por un lado,
expresa grandiosidad y majestuosidad, al igual que Francisco en toda la
película (sus relaciones con todos sus conocidos, su forma de vestir, el
respeto que infunde según Gloria… ), es decir, la fachada o cara externa de la
casa y del mismo Francisco. Por otro lado, vemos un salón oscuro y fúnebre, con
una escena en la cual Gloria llora en fuera de campo (la escena previamente
mencionada en la que es maltratada), como símbolo de la fuerza de la “fachada”
de autoridad que Francisco ha escogido. Esto, unido a la construcción irregular
de la escalera, plasma físicamente en pantalla la locura del personaje, o mejor
dicho, la personalidad más privada de Francisco (sólo conocida por Gloria y su
mayordomo), que contrastará con su “persona pública”, noble y respetable.
Y es que la
obsesión por las apariencias y lo que se oculta detrás de las mismas en cada
persona es una de los temas centrales de la película, unido a una de las
grandes protagonistas: la mentira. Francisco es un individuo que no soporta
estar por debajo de otra persona. Tiene que ganar cualquier argumento y
cualquier batalla, ya sea dentro de la casa (con su actitud dominante hacia su
mujer), o fuera de la misma (en la batalla legal para recuperar las tierras de
su familia). Para ello construye una imagen de solidez y de rectitud
inquebrantables ante los demás: nunca puede dejar que nadie vea en él alguna
debilidad. Pero es ahí donde Gloria entra en acción como su punto débil,
amenaza y objeto de deseo, todo al mismo tiempo.
Por una parte
Gloria es el “flechazo” (como alude uno de los amigos de Francisco) del
protagonista. Es un amor que atraviesa cualquier barrera, absolutamente
irracional y pasional, y por lo tanto poderoso. Más poderoso que las barreras
que ha erigido Francisco a su alrededor para protegerse de sus enemigos
(encarnados en las personas que pretenden apoderarse definitivamente de las
tierras de su familia, aunque posteriormente esta encarnación se extrapola a
todo el mundo, con la creciente enajenación mental del protagonista). Es por
ello que Gloria juega el doble papel de objeto de deseo y amenaza para
Francisco, haciendo que necesite tomar el control sobre ella. De ahí que veamos
en el filme multitud de planos de Francisco en doble actitud de protección y
sumisión de Gloria (agarrándola constantemente, amenazándola, suplicando que se
quede o alabando su belleza) Tenemos que tener en cuenta que el personaje es
virgen (reiteración del tema religioso) y nunca ha estado con ninguna otra
mujer salvo Gloria, lo que intensifica esta obsesión por controlar a la mujer.
Esto, sumada
a los celos, hará florecer la personalidad más desquiciada y violenta de
Francisco. Su lado oscuro, oculto al público, será narrado en este caso por
Gloria en el trascurso de su paseo en coche con Raúl. Aquí se produce una
dilatación del relato frente a la historia, en el que Gloria rellenará la
anterior elipsis temporal (desde el primer beso con Francisco al encuentro con
Raúl) con las historias sobre su marido y sus excesos con ella. En todas estas
escenas vemos siempre la búsqueda de superioridad de Francisco, no solo frente
a Gloria, sino frente a todo el mundo.
Un ejemplo de
esto ocurre en la ciudad de origen de Francisco. Ellos observan desde un
mirador a la gente, y Francisco habla de las tierras de su familia que “le
corresponden por derecho”. Al aparecer otro hombre en escena, se siente
inmediatamente amenazado. De alguna manera siente la necesidad de sentirse
superior al resto del mundo, no soporta que alguien pueda rivalizar con él (el
otro hombre como amenaza para su matrimonio).
Esta
situación se repetirá en el campanario, pero en este caso la actitud de
Francisco se torna más despectiva, rozando la psicosis, la sociopatía y el
instinto asesino del mismo. Tanto es así que llega a amenazar a Gloria con
tirarla desde lo alto del campanario, traumatizándola aún más y llevándonos al
punto en el que esta escapa de él y del resto del mundo (que no la comprenden a
pesar de que está absolutamente subyugada, consecuencia de la gran fachada
planteada por Francisco) y se sube en el coche para confesar a Raúl lo
ocurrido. Justo al acabar esta escena, vuelve a reiterarse la posición de
Francisco en lo superior, observando cómo su mujer sale del coche desde una
posición con altura.
Este símil de
la altura con la grandeza también se repetirá poco después cuando Gloria
fotografía a Francisco en lo alto de la escalinata de la Iglesia, no
permitiéndole a ella el mismo privilegio también. En este caso vemos cómo se
asocia también el poder con la altura, y en cierto modo con la Iglesia, con la
religión católica, que aparecerá por todo el film, a través de crucifijos,
edificios religiosos, cuadros, las estatuas de los monjes del patio de
Francisco, etc. Este aspecto es muy significativo en el filme ya que la conducta
pública de Francisco, la que todo el mundo le atribuye, está muy relacionada
con la moral católica: pureza, nobleza y racionalidad (que son algunos de los
adjetivos que podrían describir al Francisco aparente). Pero en la sombra y en
la intimidad es un ser cobarde, débil e inestable, que detesta su propia
personalidad.
Y la única
persona que puede verle en estado puro es Gloria, que le consuela y sufre las
consecuencias de ser la única persona en verle en sus momentos más bajos. Si
tomamos como ejemplo la escena en la que la pareja está redactando un documento
para la batalla legal de Francisco vemos cómo este pasa a estar en un plano
inferior a ella, lloroso y con ansias de cariño. Ella, en actitud maternal, le
consuela. Sin embargo, no pasa demasiado tiempo en esta posición hasta que
vuelve a levantarse impulsivamente para recuperar la posición superior,
quedando por encima de ella y reprendiéndola. De nuevo amor-odio,
deseo-amenaza, que se repiten constantemente en la relación entre personajes.
Francisco se define a sí mismo como una persona justa, sorprendiéndose de que
Gloria le califique como alguien injusto en ocasiones. Anteriormente, le
agradece que ella alabe su fortaleza ante las demás personas. Esto dice mucho
de su carácter, que no permite que nada resquebraje su “muralla social”.
Un recurso
visual utilizado en esta sucesión de planos, que también se utiliza en diversos
momentos del filme, es el empleo de diferentes encuadres como “zonas” públicas
o privadas de cada personaje. Así vemos que en la mesa hay dos personas
hablando con actitud más privada, pero que el cuadro se abre para una
conversación más abierta con una tercera persona y finaliza en un plano general
de la mesa. De la misma forma, en la escena en la que Francisco expone su
carácter débil e inestable a Gloria se pasa de un plano conjunto de los dos a
un plano corto de cada uno, dándoles privacidad para mostrar sus verdaderos
sentimientos (uno indefensión y violencia, la otra resignación y ansias de
desahogo)
El anterior
recurso es utilizado de forma recurrente para reiterar las esferas de lo
privativo y lo público a lo largo de la película. En una situación realista un
cruce de miradas o una conversación sería fácilmente detectable si se prestara
atención, pero en el mundo fílmico los límites del cuadro crean una barrera
psicológica para el espectador. Un plano conjunto de dos personajes cruzando
miradas y palabras de acercamiento (el contacto de Francisco y Gloria en la
cena de la casa del primero) hace que parezca que estos dos personajes están
completamente solos, a pesar de que el salón en el que están se encuentre
abarrotado. Al abrir el plano se incluye la esfera de lo público, en la que hay
que mantener las apariencias.
El uso de la
música extradiegética es también algo que refuerza la intensidad de
determinados puntos de la historia. La tensión en momentos violentos (gran
potencia la escena en que Francisco le pega tres tiros de fogueo a Gloria), de
sospecha (la presencia incesante y depredadora del protagonista) y de melancolía
y calma.
A modo de
conclusión cabría destacar el uso del color negro en el vestuario de los
personajes y la secuencia e imágenes finales. Por una parte, la secuencia final
de la iglesia es un ejemplo del paso final de Francisco hacia la locura ejemplificada
con su doble visión de la realidad mediante alucinaciones. Unos personajes que
no le prestan atención en la iglesia son vistos por él (de forma subjetiva)
riéndose en actitud de burla y ridículo. Entre ellos, el clérigo (en posición
superior a Francisco) también se burla de él, acentuando el carácter de locura
del personaje y su aislamiento absoluto de la realidad. El ataque al clérigo es
la confirmación de que se ha vuelto completamente loco (“Suéltenle, es mi
amigo. Se ha vuelto loco”), con ese plano en el que quedan contrapuestos lo
blanco (la racionalidad del clérigo y la anterior fachada de Francisco) y lo
negro (la locura, el verdadero ser que ha dominado a Francisco).
El uso del
color es muy simbólico. En la primera escena, Gloria viste de blanco en la
iglesia (un color de pureza, empleado tradicionalmente en la religión
católica). Cuando se encuentra con Raúl, vestirá de negro. Es el efecto del
paso de Francisco por su vida, en el que la violencia y la locura han invadido
su existencia. Asimismo, en el plano final de Francisco como monje, tras una
elipsis temporal, le vemos llevando el negro, cargando con su “pecado” de forma
constante en forma física. Camina sin rumbo hacia un túnel oscuro, un camino
que él mismo se ha labrado a base de engañarse a sí mismo con pretensiones de
una realidad inventada, en la que la obsesión por la victoria y la superioridad
le han abocado a un abismo de locura. Ese túnel negro puede simbolizar tanto el
descenso definitivo a los infiernos como el primer paso por el purgatorio para
expiar sus errores pasados y lograr así su paz interior.
En resumen,
una película que habla sobre las apariencias, la obsesión y la locura (todo
ello sintetizado en el personaje de Antonio) y la antítesis del amor-odio y el
perdón ante la violencia (cristalizado en la figura de Gloria, sufridora,
traumatizada, golpeada e insultada, pero comprensiva y cariñosa hasta el
final). Además de una crítica a los valores que defiende la Iglesia
(representada por el clérigo que se deja llevar por la fachada de Francisco, y
finalmente se equivoca) y los valores religiosos realmente importantes (la
comprensión y la bondad, valores simbolizados por Gloria), el filme resulta ser
una reflexión sobre la integridad, la importancia del perdón y de la honestidad
con los demás, pero sobretodo con uno mismo.
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